NOTAS DE FOTOGRAFÍA

Cuando leí por primera vez la versión definitiva del guión, llamé a Manuel y le comenté que yo lo veía casi como una canción, no un drama. Su respuesta fue: “eso es bueno”. Ahí estuvo el punto de partida de la construcción visual de nuestra película. Las imágenes eran la propia narración, no un vehículo para contar una historia escrita.

La primera decisión fue cómo contar el espacio; a mí me atraía mucho encuadrar la ausencia, pues Óscar es un personaje que vive anclado en lo que ha perdido, en lo que no tiene. Resolviendo esto que como llegamos a la conclusión de trabajar en escope (2.35/1), para tener abundante espacio alrededor del personaje, centrarlo en el cuadro (un pecado casi mortal en previas colaboraciones entre Manuel y yo) y no mover la cámara. Esta última opción era muy radical, pues tratábamos la cámara como un aparato de fotofija, sin el menor re-encuadre, lo que condicionaba mucho la puesta en escena y el movimiento de los actores.

Decidimos que la textura de la narración remitiera a la tragedia, con grandes espacios en negro y colores saturados, aunque representados con delicadeza y lleno de una amplia gama de matices. También era importante una intensa reproducción del detalle, una imagen que desbordara la pantalla, algo que yo no encuentro en los formatos digitales. De ahí acordamos rodar en negativo, con el más saturado que conozco: Fuji Vivid. Y, además, positivar en Fuji también. En mi experiencia, el negativo Fuji retrata los rostros con una textura muy especial, con cariño, y sus positivos dan unos negros muy profundos, limpios y sólidos, a diferencia de otros positivos que, para mi gusto, ven demasiado en las bajas luces.

Había que hacer de las posibles carencias una virtud. Como iluminábamos muchas veces con una sola fuente o utilizábamos fuentes muy pequeñas, yo nunca sentía que me faltaran medios para construir la imagen que tenía en la cabeza. Logramos rodar con un equipo pequeño, casi de documental, con total libertad y centrados en lo que contábamos, no en las carencias. LA MITAD DE ÓSCAR es una película donde lo que no ocurre es tan importante como lo que pasa frente al espectador, y ése fue el espíritu que traté de traducir en la fotografía. Una imagen de los personajes cercana, pero remitiendo constantemente a la realidad que se agazapa al otro lado del encuadre.

Rafael de la Uz
(Director de Fotografía)

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