NOTAS DE SONIDO

(Filmar el sonido)

No puedo empezar a escribir sobre LA MITAD DE ÓSCAR sin referirme a un hecho que me parece fundamental y maravilloso. Presenciar el trabajo de un director que filma el sonido significa estar al servicio de una intención creativa y, por tanto, en búsqueda permanente. No es una posición blanda, confortable, pero sí enriquecedora para el sonido y para todos y cada uno de los integrantes gráficos, narrativos y plásticos de la película, porque los une y los sitúa ante un misterio común, del que son tan cómplices como artífices.

La cuestión técnica se rinde al servicio del espíritu de su director y eso es justo lo que aquí ha sucedido. Al romper la ecuación habitual, “ver para oír”, sucede algo que lo cambia todo, algo diferenciador que destripa el cómo se acerca el espectador a la historia contada y también cómo lo hace el técnico a la historia representada. Así, a través de la escucha, lo audible se transforma en cuerpo, en estado de ánimo, en alma incluso y es, tanto en el silencio de los personajes como en el espacio que lo contiene, como oímos su verdad indecible. Y es así como el universo sonoro, más
allá de ser un elemento funcional o decorativo es, al fin, un todo significante que se pertenece a sí mismo y no insiste en parecerse a nada, porque simplemente es.

Escribir sobre el sonido de LA MITAD DE ÓSCAR es escribir sobre la imbricación del sonido y su imagen. En la manufactura de un tejido audiovisual vivo, artesanal, que conoce y dosifica los valores que cada elemento proporciona y resta, para hacer posible la gestación y nacimiento de un estado de escucha. En este estado el espectador puede ver con el oído y escuchar con la mirada. La búsqueda de unidad empieza ya antes del rodaje y, por supuesto, durante el mismo; la presencia del sonido desde la escritura del guión, la selección de localizaciones, de los actores y sus voces, la duración de las tomas. En cada posición de cámara, el director ha buscado una posición de escucha específica y, a la inversa, en cada posibilidad de escucha el director se ha planteado una posición donde colocar su cámara, con la misión de defender un tono propio, que no le represente tanto a él, sino a la película misma. A veces creo que propiciando la participación colectiva de sus miembros, el director ha conseguido defenderla de sí mismo.

LA MITAD DE ÓSCAR se refiere al otro. A una ausencia que hace imposible la completitud. De la misma manera, en esta película resulta imposible aislar un solo sonido de su imagen y es que ha sido precisamente gracias a su justa combinación como se ha conseguido parir un sentido nuevo que, desde entonces, no es sólo luz, ni tampoco sólo sonido.

En este sentido, todos trabajamos para sacar partido de las dificultades logísticas del rodaje cuando éstas tuvieron que ver con el espíritu de la historia; el viento almeriense, por ejemplo, dibujó la tensión interior de los personajes en una de las secuencias capitales de la película. Sin decirse una palabra es el viento el único que golpea el oído como un ruido molesto, quizás una metáfora de lo no resuelto, de una pasión incesante, dolorosa e imposible de controlar.

...Y el mar. Desde el interior del cementerio oíamos el mar a lo lejos, porque es cierto que el mar se escuchaba de esa forma en la localización, permitiendo la escucha no solamente del contenido sino del espacio que lo contenía. En el cementerio blanco oíamos el sonido gris de ese mar lejano, distante. He tenido el privilegio de participar en la filmación de la imagen y en la filmación del sonido de una película, desde la unidad, perdiendo el aspecto decorativo del sonido recuperando su función de atrapar bloques de realidad, su capacidad de ser un ente sutil, invisible y expresivo a la vez.

Eva Valiño
(Sonidista)

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